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17 abril 2011

EL ORIGEN POPULAR Y REVOLUCIONARIO DEL 23 DE ENERO DE 1958

Al  arribar este año  a una conmemoración mas del 23 de Enero, fin del gobierno Perejimenista  ¿que reivindicamos? Los libros y reseñas  oficiales sobre esa fecha están llenos de extensas biografías  y glorificaciones  a los sujetos que la historia considera como los únicos actores de aquella gesta.  Si, le echaron un cerro e’ bolas. Pero para nosotros el cuento es otro.



Es el barrio, el cerro como terreno permanentemente abonado para la insurrección popular.  Y es que sin la actuación de estas trincheras urbanas, “conchas” de lucha del pueblo,  de adecos alzaos (cuando estos servían pa’ algo, cuando eran hombres) y comunistas contra el gobierno de Pérez Jiménez la resistencia no hubiese existido.

El origen revolucionario y popular  del 23 de Enero de 1958 es  representado  por la historia oficial  por  escenas en las calles  de Caracas de combatientes de estos  barrios  que arrancaban trozos del pavimento para arrojarlos contra quienes defendían a la dictadura,


 por los linchamientos de miembros de la Seguridad Nacional o colaboradores, “sapos”,  ahora en desbandada por la caída del régimen, por  saqueos a casas de los funcionarios del gobierno o  la destrucción de las instalaciones de el periódico El Heraldo, al cual consideraban pro-perezjimenista.


Esos hechos de arrechera popular no fueron solo un impulso colectivo aislado de destrucción sino la muestra de que en los barrios ya se venia dando la lucha desde hacia tiempo. Pero no, los que escriben esa vaina que se llama historia solo se refieren a los barrios como simpatizantes de la resistencia.


El Barrio y sus  intrincados callejones y  laberínticas calles, eran escenarios de duros enfrentamientos  entre  la resistencia  y el gobierno, pero también  servían de “pire”  para los ñangaras de ese tiempo  después que ejecutaban alguna  acción contra el régimen.


 Eran “la concha” desde donde se planeaban las acciones y se protegía la logística del “entrompe”. Eran fuente de financiamiento y solidaridad para con los que asumían la coñaza a plomo limpio.

Pero también  se caían a plomo del bueno  y aportaban su dosis de militancia urbana espontanea, sin partido ni mas ideología que la de “cambiar el menudo por la morocota”
Barrios como la Charneca, en los espacios de San Agustín  recibían del  gobierno  una feroz  represión de pólvora  pero  a su vez respondía  desde sus cerros  con plomo graneo, del grueso. Uno de los líderes de la resistencia para ese entonces, Leonardo Ruiz Pineda, muere en San Agustín, en la avenida principal, al ser descubierto por la policía política cuando regresaba a uno de sus escondites en esta parroquia, de allí que esta avenida hoy lleva su nombre.

El Barrio como espacio y sujeto presente   dinamizador de las luchas. Es allí  donde esta  la memoria, esa que poco cuenta para la historia oficial, memoria que  vamos convirtiendo  en leyenda   durante  esos sabrosos cuentos  que solo se escuchan en medio de partidas de domino, caída o truco  y  las cervecitas de los fines de semanas en el callejón entre actores o testigos de la época de la dictadura.

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